Hacía
demasiado tiempo que no acariciaba la pomposidad de las vocales, ni me rasgaba
los dedos con las aristas de algunas consonantes.
Quizás, vivía atemorizado ante el descubrimiento de lo que las letras me
quisieran decir.
Tal vez, echar de menos las conjeturas de sus mezclas, la diversidad de sus
sonidos, la catastrófica forma que tienen de sorprenderme, la inestabilidad con
que se mantienen en una línea recta imaginaria.
La firmeza de la Ce, la Te y la Pe, la fiereza con que ruge la jota, la crudeza
de la Erre, el sibilino paso de la Ese, la divergencia de la Eñe perdida en el
abecedario, la soledad de una Y griega sin continuación, el punto y coma sin
aspiración alguna.
Un festín de magia que desborda mis capacidades, acaricia mis sueños, maquilla
mis miedos, y los desmonta.
El desbarajuste de mi cerebro en pleno desastre.
Yo, a las letras, no os olvido.
Que lleve un tiempo sin mirARTE, no significa que deje de amARTE.
Permíteme contARTE,
que tan solo era un punto y apARTE.
Escribamos...