Mayo, el
sol calienta y el aire suave enfría.
La mezcla perfecta.
Anestesia natural.
Las mini olas que el Mediterráneo nos regala, susurran versos de poemas que
respiran paz.
Meditación con la melódica sinfonía de las olas y arena de esterilla.
El olor a mar se funde con el epitelio olfativo y, eso, si no es magia, se
parece.
Mi mirada perdida juega a adivinar la distancia a la que la línea del confín
del mar colisiona con el cielo.
Mis pelos de la pierna se estremecen con la majestuosa imagen que ha fabricado
mi cerebro al recibir toda esta información.
Mientras tanto, en algún momento, se me va la cabeza, y querría ser gaviota
para vivir este momento eternamente.
Pensar que esto está todos los días, en el mismo sitio...
Y yo, que de fotografía sé bien poco, mejor lo escribo, que sin saber, al
menos, aquí, sale todo.