22 diciembre 2019

La erupción de nuestras ganas


Atrapado. Me encuentro esposado con tu tanga. Me gusta. Sufro el síndrome de Estocolmo, secuestrado en esta habitación cerrada.

Los latidos de nuestro corazón van a despertar a todos los vecinos. Estoy eufórico, como si fueras cocaína y cada beso que te doy fueran mis rayas.

Fuego. Siento fuego. Y yo solo quiero que sigas rozándote conmigo, que me arranques el botón de la camisa, que me hinques el diente en el pecho, que provoquemos un huracán en el otro hemisferio.

Que nos miremos bizcos mientras se saludan nuestras narices.
Jugar a ser canalla aprovechando el camuflaje de apagar la luz.
Perderme en la inmensidad de tus ojos oscuros, si los abres mientras me respiras fuerte en la cara.

Acabar de comernos la piel.
Acabar a martillazos con todos los fantasmas que nos molestaban.
Acabar fundidos en el calor de nuestros cuerpos ardientes.
Que no se acabe nunca este momento.
Se me ha olvidado lo que hay fuera,
sólo quiero que me arañes la espalda, aunque dejes marca.

Abrazarnos como si fuera el último, aun sabiendo que habrá más.
Confiarnos las caricias y las cosquillas, esas que no se regalan tan fácil.

Relajarnos...
y dejarnos llevar por este río de lava, expulsada por la erupción de nuestras ganas.